No todos los viajes salen como tenías pensado y, aún así, no pasa nada porque, antes o después, todo acaba poniéndose en su sitio o incluso puede mejorar. Fue exactamente lo que pasó con este viaje que hice en mayo de 2023. En este, en concreto, hubo cambios de poblaciones para visitar a causa del mal tiempo y desorganización porque en uno de los dos alojamientos, en el mismo día de la entrada me dijeron que hacía un tiempo que ya no trabajaban con Booking, pero eso ya lo contaré un poco más abajo.

El primer cambio en concreto fue por las lluvias que amenazaban. En un principio, Sirmione lo había dejado para el martes porque así podría subir al Camino de Ronda pero la lluvia que se avecinaba me hizo cambiarlo de día. Prefería comenzar mi viaje de dos días por todo lo alto, con un Sirmione precioso y con el azul del cielo detrás. Y no me equivoqué.

DÍA 1 – LAGO MAGGIORE – SIRMIONE – TORRI DEL BENACO 

La ida fue animada en cuestión de circulación y recorrido. Queriendo evitar los atascos de Milán, acabé haciéndolos de todas formas. Así que no me libré de un viaje de dos horas y media… Y algunos minutos más. Un día bueno, con apenas alguna nube suelta. La verdad es que pintaba bastante bien.

Dejé el coche en un parking a media hora de Sirmione, con parquímetro de monedas y un tope máximo de 3 horas. Me encontré con una entrada al pueblo en obras y con atasco para el grupo de personas que salía y de los que queríamos entrar. Un cartelito (al que apenas hicieron caso) nos indicaba que, por favor, no nos parásemos en mitad del puente para hacer fotos porque entorpecíamos el paso. Yo hice varias fotos sin casi apenas pararme pero hubo quien se entretuvo más de la cuenta. Le salvó que no había tanta gente haciendo turismo en mayo. Sabía que no se podía entrar al castillo así que las vistas desde el Camino de Ronda no las podía hacer. Un calle descendía hacia el lago rodeando el castillo y caminé por ella. Tenía un largo paseo rodeando Sirmione. Las playas me encantaron. Ver esas piedras enormes a ras de agua y el color del lago era increíble. Hice unas cuantas fotos. Pasé por la Spiaggia delle Prete, por la Spiaggia Lido delle Bionde. Tras buscar por dónde estaban «Le Grotte di Catullo», llegué a Spiaggia Giamaica. Preciosa. Tenía tumbonas y varios pinos daban sombra. Un lujo. Era como si estuviese en una isla del Caribe. Unas escaleras ascendían hasta los restos pero la entrada estaba cerrada, era lunes… Volví por donde había venido, mirando el reloj por si no podía llegar a tiempo al parking. Paseé un poco por otra calle hasta que llegué a las Termas y a la Villa de María Callas y regresé por la misma calle. Ya en el centro busqué un sitio económico para comer. Un trozo de pizza con orégano y tomate me sentó genial. Fue la mejor solución. Solo que al final, sin terminármela, se me quitó el apetito en el momento en que hablé con la dueña del alojamiento donde iba a quedarme y me dijo que hacía tiempo que no trabajaba con Booking, que hablase con ellos. En aquel momento me vi perdida, sin saber qué hacer. Regresé al coche que ya era la hora, se me quitaron hasta las ganas de seguir haciendo fotos. Llegué, me senté y empecé a llamar para que me diesen una solución. Las líneas ocupadas. Por suerte, mirando de nuevo en Booking, logré encontrar un alojamiento muchísimo mejor y más barato. Y salí directa. Llegué una hora después.

El hotel, Hotel Caribe – Garda Lake Collection, era magnífico y pertenecía a la localidad de Brenzone sul Garda. Disponía de una piscina que el tiempo fresco impidió que usase (y también que no llevaba bañador), parking cubierto y otro al aire. La habitación tenía vistas al lago (aunque tenía algún edificio delante). Descansé un poco y seguí con la ruta.

Otra vez cambio de planes. No podía volver a Peschiera por tener que bajar de nuevo. Así que opté por Torri del Benaco una población que, al pasar por ella unos km antes, su castillo me había hecho enamorarme. Así que cogí de nuevo el coche y me puse en marcha.

No tardé en llegar a Torri del Benaco y aparqué en los alrededores del castillo. Tras dar una vuelta pequeña por su puerto, decidí descansar con un refresco en un bar. No recuerdo el nombre, no lo apunté, pero tenía una buena selección de cervezas. Aperitivos con frutos secos, olivas verdes que parecían caseras y patatas fritas. La conversación parecía amena en cada una de las mesas mientras les escuchaba más o menos hablar. Di otra vuelta por el borgo. Un hombre exponía cuadros en una calle al lado del bar. Pronto me encaminé hacia el lungolago. Torri del Benaco es pequeño y prácticamente enseguida lo recorrí. La Torre del Reloj, la zona del puerto con la Casa dei Vicari, toda recubierta de hiedra. El Museo cerrado. Entré a ver los frescos de la chiesa della Santissima Trinità. Pequeña pero preciosa.

Regresé al Hotel Caribe – Garda Lake Collection. Contemplé el atardecer en la terraza del bar mientras tomaba un Aperol Spritz. Un panino fue mi cena. Se quedaron sin aprovechar el billar y el futbolín que había a disposición de los huéspedes. Y me fui a descansar pues el viaje continuaba.

DÍA 2 – MALCESINE – RIVA DEL GARDA

Al día siguiente amaneció nublado, tal y como habían anunciado. Bajé temprano al Buffet libre antes de que la lluvia me arruinara el día. La sala era espaciosa y bien iluminada y el desayuno tenía una buena variedad de productos para saciar el hambre matutino. Como el día anterior no había aprovechado el Ticket de Bienvenida, lo usé antes de salir del hotel.

La lluvia me esperaba en Malcesine y tuve que comprar un paraguas por no haber sido previsora. Bajé al puerto y me acerqué al Castello Scaligero que, como no, estaba cerrado. Me acerqué al mirador que estaba justo debajo del castillo, me perdí por sus calles sin mirar Google Maps que es justo lo que me gusta hacer, perderme por un casco antiguo que parece haberse quedado en un tiempo antiguo, con adoquines en lugar de asfalto y rincones decorados con macetas de colores, o arcos por los que pasar por debajo o llegar a un extremo de la población y encontrarme con vistas que me maravillan pero que la lluvia quita parte de ese encanto. Bajé al puerto, volví a recorrer sus calles bajo la lluvia… Y regresé al coche.

Me puse en marcha hacia Riva del Garda. Llovía cada vez más y tuve que hacer tiempo en el aparcamiento para que parase un poco antes de salir y acercarme al pueblo. Habría querido tomar un aperitivo al atardecer en el Bastione pero ese día, el ascensor panorámico para subir a la parte más alta, quizás por la lluvia, estaba cerrado. Paseé por el Porticciolo, rodeé la Rocca Scaligera, hice la foto de lo que parecía un rayo cayendo en la tierra del que no había leído nada en las páginas de viajes que había visto. Recorrí las calles, me perdí y me volví a perder, sin rumbo, a propósito. La lluvia no cesaba. Intenté encontrar el Quartiere Marocco y no lo encontré. Cosas que suelen pasarme cuando voy de viaje. Soy un completo despiste. Con días así no apetece hacer fotos, no apetece deambular demasiado. Aunque, la verdad, es que cuando hace calor o estoy cansada, tampoco, así que la mayor parte de lo que quiero ver, acabo perdiéndomelo, ya sea por una razón o por otra. Regresé al coche por un sitio diferente del que había ido. Y me fui al alojamiento.

Una de las pocas cosas que no me gusta de los alojamientos de Booking es que el check-in es bastante tarde y no te dan la opción de entrar antes. Así que tuve que hacer tiempo durante una hora para poder entrar y sin poder salir del coche porque llovía. Desde luego, fueron dos días pasados por agua… Finalmente llegó la hora y pude acceder a mi alojamiento sin problemas. La habitación era espaciosa, con una mesa y dos sillas, un sofá cama, una baño con ducha, una pequeña cafetera y utensilios varios para usar en el desayuno. Lástima que no había televisión, pero con el wifi gratis tampoco hubo mayor problema. Una puerta daba a un jardín con una rueda a modo de columpio. Pero… todo mojado por la lluvia.

DÍA 3 – Limone sul Garda – Lago Maggiore 

Al día siguiente el tiempo no mejoró y salí del alojamiento relativamente pronto para aprovechar mejor la visita a Limone sul Garda. El viaje llegaba a su fin pero había comenzado y terminaba en los dos pueblos más bonitos del Garda.

Dejé el coche en un parking cubierto en la parte más alta de la localidad. No llovía pero amenazaba. Me encantaron las baldosas amarillas de cerámica en el que estaban escritos los nombres de las calles y que se adornaban con una rama cubierta de limones o las de suelo que te indicaban el camino que debías seguir para llegar hasta la Limonaia del Castèl. La amenaza de lluvia y el viaje de vuelta me impidieron visitar alguna de ellas. El Porticciolo me encantó y me enamoró la chiesa di San Rocco no por su interior sino por las vistas o incluso la escalera decorada con flores por la que se llega a ella. Limone es bella de nombre y en rincones mágicos que se esconden en cada recodo. Lástima de cielo gris que no embellecía tanto el paisaje como lo hubiese hecho un cielo azul con alguna nube suelta. Me encantó también el Lungolago Marconi. Volví a subir las enormes cuestas para despedirme de un lago en el que me quedaría a vivir y al quería ya volver de nuevo.

Y hasta aquí el viaje de dos días que pasé por el Lago di Garda. Un viaje pasado por agua y que supo a poco porque no se llega a ver todo lo imprescindible con una cantidad tan grande de poblaciones definidas como las más bonitas del lago. Mínimo hace falta una semana para paladear y disfrutar cada uno de los edificios, monumentos y rincones que ofrece cada uno de los pueblos de uno de los lagos más bonitos de Italia.

Si quieres ver la información de todo lo que hay en cada uno de los pueblos que visité te recomiendo que visites el enlace que sigue a cada uno de los nombres de pueblos resaltados en negrita y de color naranja. Te llevarán al post que escribí para cada uno de ellos con todo lo que te pueda interesar.